Reflexiones para tí.

Asael

Allí se encontraban Joab, Abisai y Asael, los tres hijos de Sarvia. Asael, que corría tan ligero como una gacela en campo abierto, se lanzó tras Abner y lo persiguió sin vacilar. 2 Samuel 2:18, 19.

La historia humana, comúnmente, se mueve al ritmo de la acción y la reacción. Un hecho trae como consecuencia otro, que hace surgir uno nuevo y este a otro. Si miramos la historia desde un ángulo un tanto pesimista, podríamos llegar -acertadamente- a considerar que cada uno de nosotros es solo un eslabón de una gigantesca cadena.

Asael era el hermano menor de Joab, el jefe del ejército de David. Junto con su hermano mayor y con Abisai, participó de las campañas militares de David.

Abner había coronado rey a Is- boseth, un hijo de Saúl. Hay una batalla entre los ejércitos que apoyaban a la descendencia de Saúl y los que apoyaban a David. La batalla la ganan los hombres fieles el escogido por Dios, y Abner tiene que huir para salvar su vida.

Asael, aprovechando su capacidad natural, lo persigue; y aunque el viejo general le dice que deje de perseguirlo, él continúa haciéndolo. Finalmente, Abner lo mata.

¿Debía Asael dejar de perseguir a Abner? ¿Era una señal de debilidad o de cobardía? Dejar de hacerlo, ¿habría sido inteligencia estratégica?

Poco tiempo después, Abner desertó de las filas del rey que él mismo había coronado y se pasó a las filas de David; es decir, en pocas semanas, Abner estaba dispuesto a pelear del mismo lado que Joab y Asael. Visto desde esa perspectiva, ¿valió la pena el sacrificio de Asael?

Creo que Asael quiso terminar la tarea que él había entendido que le correspondía; solo que Dios no le había encomendado esa tarea. A veces somos tan celosos con cosas que Dios no nos pidió, que terminamos equivocándonos.

Si hay una orden divina, creo que nuestra obligación es llegar hasta las últimas consecuencias. El problema es que, cuando no hay una orden divina sino un entendimiento humano, una idea propia, una posibilidad de ganar honra ante los ojos de un ser humano, o frente a una actividad que nos gusta, nos motiva, somos exageradamente celosos.

Asael pagó con su vida por haber corrido detrás de su propia idea. Pide a Dios la inteligencia necesaria para discernir correctamente.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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